lunes, 7 de marzo de 2011

Cabeza de paloma

Ese de verde entró en mi campo visual, si se sigue acercando voy a tener que aletear un poco. Si, la putaqueloparió, que cerca me pasó, si no volaba me pateaba, el hijo de puta. A ver, este cosito ¿se come? No. Si. Ma si, adentro.

Varias ciudades del mundo, entre las cuales se encuentra el argentino municipio de Mendoza, controlan la proliferación de palomas con alpiste anticonceptivo. El objetivo es, dicen, poner freno a los focos de infecciones y enfermedades contagiosas que suelen generar este tipo de aves y los lugares donde habitan. La materia orgánica de sus defecciones contiene componentes ácidos, principalmente fosfóricos y úricos que arruinan monumentos y edificios, además de ser portadora de enfermedades para los seres humanos. 


Es bastante complicado establecer cuándo llegaron las primeras palomas a Buenos Aires. Algunas versiones atribuyen su importación a diversos líderes políticos y sociales pero el primer registro oficial dice que en 1930 el señor Benito Costoya armó un criadero de palomas en la Costanera Sur. Y que más tarde, en 1934, soltó unas cinco mil en homenaje al Congreso Eucaristico nacional que se desarrolló ese año en la ciudad.

El punto de partida de las palomas en Buenos Aires es, entonces, pío, pese a que las palomas arrullan. Cuac, dirá alguno, generando una verdera granja. Este origen devoto en pleno centro imprimió a la especie su sello: no sólo es ejemplo de monogamia, sino que, en abierta oposición a los métodos anticonceptivos, la paloma porteña se multiplicó con apasionamiento bíblico, al punto que ningún organismo oficial se anima establecer el número aproximado de esas aves que viven hoy en la ciudad. Pero hay para hacer dulce.

Tal como sucede con temas tanto o más polémicos como las retenciones a las exportaciones o la temperatura pectoral de Juan Román Riquelme, la opinión de los porteños se polariza respecto de las palomas. Al primer grupo –los amantes- es fácil localizarlo, su hábitat son las plazas. El segundo tanbien es fácil: no se puede tocar el tema “palomas” sin que pronuncien la sentencia “ratas con alas”. La paloma es pequeña, plumada, suave. Y es ave. La rata no sólo es mamífero peludo como Platero sino que tiene su propio modelo con alas. Aunque, curiosamente,  el murciélago no ofrece un mejor paralelo con la paloma porque no es plaga. En rigor de verdad, tampoco la paloma es considerada plaga por la ciudad de Buenos Aires. Pero eso no debería escandalizar a nadie, toda vez que la Ciudad no declara plaga a casi nada. A los pobres, nomás.


-Al igual que las mujeres en el entorno humano –dice Glgl, vocero de la ONG  Palomos con P- en la sociedad palomar los machos somos discriminados desde el momento mismo en que somos nombrados. El genérico “paloma” para nombrar a toda la especie en femenino es un acto de violencia verbal que disparó, por parte nuestra, una campaña de empoderamiento para que los palomos podamos escapar del estereotipo del Palomo Mensajero, siempre zafando y tocando la trompetita, con que nos estigmatizó la televisión. 

En Plaza de Mayo cuesta un peso el paquetito de maíz para alimentarlas. No es una inversión alta  y la satisfacción de escuchar el gorjeo de agradecimiento de las emplumadas no tiene nombre. Los que hablan en alemán seguro que si, pero en castellano tenemos que apelar a una frase del tipo “gorjeo de agradecimiento palomil”. Harina de otro costal, aunque probablemente del mismo molino, es el debate acerca de asumir como agradecimiento el ruido –desagradable, dirán algunos- que emite esa especie de hervidero gris. Los perros ladran, los gatos maúllan, las palomas hierven. Pero no agradecen.

Los fines de semana, cuando las plazas del centro se quedan vacías, las palomas se van a lugares más excitantes: las ferias de la Costanera o de las plazas de los barrios Buenos Aires que se atestan de padres y madres separados y de los otros. En las plazas semivacías (la de Tribunales, de Mayo, de la Aduana, la de enfrente de La Nación), queda una guardia mínima para picotear alguna cosita que se le cae a un seguridad, limpieza o sistemas que trabaja los findes.

Yo creo que vuestra realidad es bidimiensional. Veis únicamente hacia adelante y hacia atrás, porque hacia arriba no es una salida posible. Para nosotras sí. Estáis todo el tiempo depositados en la tierra, ¿tenéis miedo de volar? ¿Os pensáis acaso que si levantáis tantillo así del suelo saldréis por el aire?  –una paloma madrileña.

En 1949 Picasso dibujó la célebre paloma a pedido del Partido Comunista Frances. Ese dibujo se transformó en ícono de la paz, aunque la identificación entre el ave y el abstracto concepto venía también de entorno bíblico: fue una paloma quien avisó a Noé del cese del diluvio con una rama de laurel en el pico.  Si eso es todo lo que tenemos, la consistencia de la identificación es más que insuficiente. Hasta tanto alguien demuestre la conexión entre paloma y paz, propongo que, sin rencores y con la ley en la mano, echemos mano del alpiste anticonceptivo. Puedo ofrecerles muy buen precio, les dejo mi tarjeta.

3 comentarios:

  1. Pienso que al igual que los presos, las plagas de una sociedad son el reflejo de la misma, en este caso una especie que prolifera gracias a la artificialización del medio urbano hasta el grado de suprimir la dinámica saludable de su población. Eso sin mencionar que es una plaga tendiente a la comida fácil y engordadora -al menos las ratas trabajan y arriesgan más por el sustento creo yo.

    Del alpiste anticoceptivo sólo puedo decir que espero que la sustancia o transgen que lo vuelve eficaz no salga hacia los ecosistemas a esterilizar fauna silvestre.

    ¡Me encantó el primer párrafo, serías una excelente paloma!

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  2. jajaja, sería un palomo gordo y peludo!!! Gracias, Yun!

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  3. justo estoy en un hotel en buenos aires de vacaciones y leer esto me hizo reír mucho, creo que podrías ser una paloma! buena comparación!

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