La sangre llegó al río Salado


PUBLICADO EN REVISTA C 22-11-2009
Por María Laura Magariños y Roly Villani
Fotos: Gustavo Jononovich

A causa de un conflicto que tiene casi cien años, los vecinos de Chascomús y Lezama
se sacan chispas. “No queremos que nuestros hijos nazcan en Chascomús”, dicen los de
Lezama, que piden la autonomía y pronto volverán a los cortes en la ruta 2. “Que se metan la ciudad en el ojete” y otras opiniones similares, responden en el pago chico de los Alfonsín. Las razones económicas y los protagonistas del conflicto



Si el próximo 10 de diciembre, la cámara de diputados provinciales de Buenos Aires no le da sanción a la ley de la autonomía de Lezama, sus habitantes prometen volver a cortar durante la temporada de verano la ruta 2 que une el área metropolitana con la Costa Atlántica. Pero si se aprueba, los que prometen cortarla son los chascomunenses. De modo que, a menos que alguien encuentre en menos de un mes una improbable solución que satisfaga a tirios y troyanos, va a haber cortes y seguramente el tránsito será un caos durante todo el verano. Y según el rating del conflicto, quizás haya palos, gases y cámaras de TV amplificando opiniones de automovilistas fascistizados.


El conflicto, dicen, tiene más de 100 años, pero tomó estado nacional el año pasado, con los primeros cortes de ruta. En esa ocasión, la Comision Pro Autonomia de Lezama había recibido la promesa de que esta vez sí se sancionaba la norma reclamada sistemáticamente durante el lejano Siglo XX. “Estábamos todos en una salita, en La Plata esperando que nos dijeran que se sancionaba la ley y de repente se levantó la sesión sin que nadie nos diga qué había pasado. ¡Nos tomaron el pelo, a gente grande, a las mujeres! Ahí fue donde no aguantamos más y dijimos basta, empecemos con los cortes” explica la lezamenese militante Olga Zamboni.



Para quien no vivió nunca en ninguno de los dos pueblos, -y esto abarca, sin demagogias, a cerca del 99,9 % del país- no es fácil entender el conflicto. En principio, porque la palabra autonomía suena a separación y reorganización de Estado. Pero los lezamenses quieren, básicamente, elegir sus propios representantes –ahora eligen al intendente de Chascomús, y este designa un delegado municipal-, y quieren sobre todo manejar ellos sus propios impuestos. Y en Chascomús dicen que si Lezama se corta solo, el partido entero es inviable. Muy pocos lo mencionan, pero el punto en cuestión, lo que determina en última instancia, como decía un barbudo bastante famoso en otra época, son los impuestos rurales que pagan los campos que están en los alrededores de Lezama. Son los campos de valuación fiscal más alta del partido, y por lo tanto, los que mayores ingresos generan para las arcas municipales. Y sin embargo, aunque ayuda, el dinero no es todo. Ese proceso que Lezama llama autonomía y Chascomús división entrelaza también otros aspectos como la identidad, el liderazgo regional y, yendo más lejos, las relaciones entre el Estado nacional, las provincias y los municipios.

-Claro que conozco gente de Lezama. Muchísima- dice un septuagenario de gorrita que pasea cerca de la laguna de Chascomús, y enumera unos cinco o seis apellidos que cualquier nacido y criado reconocería como indudablemente pertenecientes al lugar. Acto seguido, de cada uno de esos apellidos desgrana un promedio de tres nombres de pila que pertenecen a otros tantos integrantes de esas familias reconocibles y alguna referencia de cada uno.
-Y ¿qué opina del reclamo de autonomía que hacen?
-Pero por mí que se metan la ciudad en el ojete, hablando mal y pronto.
Esa, con mayor o menor nivel de refinamiento, parece ser una de las posturas mayoritarias en Chascomús. “Una buena parte de la gente de Chascomús –dice José Bonavita, periodista local y militante de la Coalición Cívica- nunca le prestó atención al tema. Siempre les pareció que la sangre no iba a llegar al río hasta que alcanzamos este punto.” En eso coincide Pocho Echeverría, vecino ilustre de Lezama, autonomista de setenta y pico de años, quien dice que “se subestimó” la potencia de esa lucha. La otra posición mayoritaria en la ciudad que vio nacer y crecer a Raúl Alfonsín es la que se nuclea en la Comisión Pro Integración, que pinta consignas adversas a la separación en la entrada de la ciudad, en las paredes del centro, en cada plaza. La opinión pública chascomunense parece pendular entre el desinterés y la oposición. Aunque también hay posturas más talibanes. Una pareja pasea por las tranquilas calles de Chascomús. En un rato, 30 kilómetros al sur, los lezamenses cortarán dos carriles de la ruta como cada domingo. Esta tarde el sol está tibio y el matrimonio camina sin preocupaciones Y ese apacible rubio de anteojos espeta:
-Un día que haya viento norte y que el Salado esté crecido, hay que prenderlos fuego, así los que se salvan del incendio se ahogan en el río.
-Es una bestia- aclara, quizás innecesariamente, la mujer.

No la cortan con el corte
La plaza central de Lezama, la que tiene la iglesia enfrente, obvio, tiene una particularidad: uno de sus lados está bordeado por la AU2 (ex Ruta 2). Dentro de un rato se va cortar y la gente se va arremolinando en torno a la plaza. Pero hay muchos que dominguean sin prestar atención a los preparativos. Como un grupo tres chicas y dos chicos, mças los hijos de algunos de ellos, que toman sombra y matean bajo una glorieta, tienen entre 20 y 25 años. “Lo que pasa es que Chascomús se roba toda nuestra plata”, dice la primera que se suelta a hablar. La que hamaca a uno de los nenes en el cochecito dice que por ejemplo, ella no pudo hacer que su hija nazca en Lezama. Que es una vergüenza, dice, porque ni sala de partos hay. Y le relampaguean los ojos de bronca cuando dice que tuvo que hacerla nacer en Chascomús. Uno de los muchachos de pelo muy cortito y musculosa tipo básquet se va soltando y dice que todos los trçamites del automotor los tenés que ir a hacer allá y que recién hace poco pusieron una oficina de Anses acá, y que encima para ir hasta Chascomús tenés que tomarte un colectivo que se rompe cada dos por tres, que cuesta ocho pesos, que te deja en la ruta y que tençes que pagar diez pesos más para entrar a la ciudad.
-Es que Chascomús se queda con todos los impuestos que son de Lezama y acá no son capaces de poner ni un hospital-, dice casi calcado a una decena de opiniones la chica en un bar y parrilla frente a la plaza.
-No puede ser que la gente de Lezama no nace en Lezama, tiene que ir a nacer a Chascomús, subraya Olga Zamboni. Además de ser una de las portavoces de la tradición separatista, Olga es la madre de Leticia, una rubia que será de las más vehementes en el corte de ruta. Leticia cuenta con una curiosa mezcla de orgullo y vergüenza que, en los recordados años 80 cuando el Presidente surgió de esa zona, ella fue elegida reina de la democracia. “El mismo Raúl Alfonsín me entregó la corona y mirá hoy, me quiero matar, haber sido reina de Chascomús”, dice, quizás sobreactuando el localismo antes de volver otra vez sobre el caballito de batalla- ¿Vos podés creer que ni hospital tenemos?
-Así planteado, lo que necesitan no es autonomía, sino un hospital- dice el cronista acorralado.
-¡¡Es que tuvimos Hospital!! Se exaspera- tuvimos incluso un Quirófano que donó un vecino de Lezama., Pero un día vinieron de Chascomús y se lo llevaron.

Ciertas o no, justificadas y no tanto, en los intersticios que deja el discurso repetido hasta el cansancio –el hospital, la sala d epartos, las oficinas municipales y del registro automotor- aparecen una cantidad de anécdotas que reflejan un comportamiento abusivo por parte del gran centro de poder regional respecto de la ciudad rica que se extiende unos kilómetros más allá. Una señora en la plaza que como todos acá está a favor de la autonomía, pero sin fanatismos cuenta una de tantas: “Una persona acá tuvo un accidente, se cortó la yugular, llamaron al hospital y la ambulancia tardo cuarenta y cinco minutos en venir y se murió. Pero éstos hacen rifas para juntar plata para ir a La Plata a protestar. Y con esa plata, ¿por qué no hacen el Hospital y listo?
-Un viaje a la Plata cuesta bastante menos que montar un hospital.
-Bueno, pero juntando, juntando…

Todo es histeria
Es curioso, para quienes llegan de afuera, escuchar hablar del conflicto centenario. Los integracionistas más convencidos dicen que la tan mentada restitución histórica que sostiene el pedido de autonomía es una mentira que los lezamenses tienen grabada a fuego desde que nacen. “Manuel José Cobo, el fundador de Lezama, hizo un barrio a treinta kilómetros de acá para que pudiera ir la gente que tenía campos en la zona. Fue un negocio inmobiliario, como si hoy un tipo hiciera un loteo para armar un barrio privado. Nada más. Nunca existió la idea de crear una ciudad ahí”, asegura José Bonavita, periodista chascomunense.

Pero del otro lado dicen todo lo contrario. “Lezama fue partido hasta 1894 cuando se disolvió Viedma, y las mejores tierras fueron anexadas caprichosamente a Chascomús por una ley que nos perjudicó”, dice Pocho Echeverría, un autonomista de la primera hora que desde hace un año está meta corte y piquete. Las manifestaciones se producen en la Autovía Dos, casi a la altura donde en otros tiempos se regalaba la botella de agua mineral y los vasitos de yogur, recordarán los memoriosos.

La cosa está complicada porque los lezamenses sienten que si no se aprueba la separación de su pueblo, serán postergados una vez más. Ya demostraron su poder de unidad votando un 83% en blanco en las últimas elecciones en que ganó Francisco de Narváez. Pero esta no es la primera vez que se unen para pedir su separación de Chascomús. Antes bien, es la sexta.

El reclamo oficial empezó en 1925, cuando apareció en el periódico de la Sociedad de Fomento local la primera proclama independentista apoyada por todo Lezama unido. "No guardamos rencor a Chascomús, queremos sostener con ellos una relación amistosa, pero dentro de nuestra autonomía. Es la voluntad los vecinos", escribían estos adelantados independentistas.

Después de eso hubo algunos chispazos pedigüeños que se encendieron recién en 1963 y se avivaron al extremo en 1967, cuando las autoridades de Chascomús desmantelaron sin ninguna explicación el servicio de cirugía del Hospital “Manuel José Cobo” de Lezama. Esa decisión, fue como tirar un baldazo de kerosene al incendio, automáticamente Lezama se puso de pie y marcharon para protestar. Pero el movimiento popular que se desparramó por las calles del pueblo, se cortó con una asonada militar. El gobierno golpista de Juan Carlos Onganía descartó el pedido que hacían y le puso abruptamente punto final toda la cuestión.

En 1973, ésta lucha tuvo uno de sus puntos más agudos Un proyecto de autonomía –similar al que está en danza ahora, aunque no igual- estaba a punto de ser votado en la Cámara Baja provincial. “La pelea viene de antes, pero en el 73 me acuerdo que nos fuimos con el camión que tenía mi marido a La Plata, -recuerda Olga Zamboni- pusimos bancos de plaza y llevamos a muchos vecinos, porque parecía que nos iban a dar la autonomía, pero nos engañaron. Los de Chascomús hicieron una trampita y nos dejaron sin autonomía” La trampita consistió en modificar los límites entre las distintas zonas de Chascomús de modo que, en caso de ser aprobada, la Ley no hubiera servido para nada. Después vinieron los militares. Adivina adivinador, ¿donde hubo que meterse el pedido de autonomía?

La vuelta de la democracia hizo renacer las esperanzas, aunque el conflicto se tomó su tiempo. Recién en 1994 se formó la Comisión “permanente” Pro Autonomía de Lezama y su Zona de Influencia, y tres años más tarde el Consejo Deliberante de Chascomús reconoció que el pedido era legítimo.

Como prueba de que nadie se preocupaba por la sangre y el río famosos, el Consejo de Chascomús declaró al año 2003 como “Año de la autonomía de Lezama”. Total, habrán pensado, hasta que eso pase.

En el 2005, Chascomús creó una comisión evaluadora para estudiar la posibilidad separatista y encargaron dos estudios. El primero lo hizo una consultora que no desaconseja la división mal llamada autonomía, pero sugiere una evaluación en términos económicos para el reparto de tierras. Ese segundo estudio lo hizo la Universidad Nacional de La Plata que sí desaconseja la separación porque los costos derivados de la duplicación del aparato administrativo harían inviable el proyecto. Chascomús perdería dinero de la coparticipación y, más allá de que los vecinos de Lezama crean que se bancan solos, las estimaciones de gastos que generaría un nuevo municipio dan a todas luces números negativos para la provincia y para el pueblo mismo.

La guía de teléfonos no miente: los Alfonsín de Chascomús son mucho más que dos. Además del “padre de la democracia” y del hijo que sigue ensayando el saludo de las manos cruzadas sin que le salga tan lindo, está el lezamense Julio César Alfonsín, sobrino segundo o algo así del que fuera Presidente. Éste Alfonsín es el impulsor de dos proyectos, uno que establece los requisitos de un pueblo para pedir su autonomía y otro donde la reclama específicamente para Lezama. Éste fue aprobado en 2007 por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. “Ese día fuimos todos a La Plata”, recuerda Soraya, que vive en Lezama desde que se casó, hace veinticuatro años. Los piqueteros autonomistas se apostaron en el recinto para vivar a sus soldados en la legislatura. Se aprobó y todo fue fiesta en la plaza hasta el amanecer. En líneas generales, hectárea más hectárea menos, el proyecto de Alfonsín pide la separación definitiva del partido de Chascomús. Después que los diputados dieron el okay, los senadores hicieron lo propio pero agregaron algunas modificaciones. Ahí se pudrió todo otra vez, porque esas modificaciones deben aprobarse en diputados antes del 10 de diciembre. Por eso, los lezamenses saltaron a las rutas nuevamente, otra vez ven amenazada la posibilidad de “ser libres” como ellos dicen cada vez que pueden y piqueteando como si realmente se estuvieran jugando la libertad.
-¡Pero nosotros no somos piqueteros!- se indigna una señora que aplaude al ritmo de los bombos en el costado de la ruta.
-Bueno, no son desocupados ni se tapan la cara, pero están cortando la ruta con un piquete.
-¡Noooo, nosotros pedimos disculpas!- dice, y se queda con la conciencia de clase media bien tranquila.

Pero hay, entre los lezamenses, otro discurso, que no hace eje en la Anses, ni en el hospital ni en ninguna de las cosas que se podrían solucionar sin autonomía. Por ejemplo, el del cura de Lezama, Cura Juan Carlos Di Sanzo, que hace diez años vive en el pueblo: “Queremos tener legítimo derecho a elegir nuestras autoridades y poder administrar los propios recursos. Son dos derechos inalienables de un pueblo que en un momento de su historia le tendrán que dar a Lezama”. Ese discurso, que adquiere un carácter más teórico y que de alguna manera permite hacer el debate más interesante para el resto de la comunidad, es decir, aquel 99,9% que no vive allí. Y es el tema de la organización que se da una república y, yendo más lejos aún, cómo se organiza un Estado Nacional.

Porque en varios aspectos, y esto es uno de los caballitos de batalla de la Ley, Lezama es autónoma. Los servicios públicos son ejecutados por una cooperativa que todos califican de ejemplar. En Chascomús reconocen eso, aunque agregan que las cooperativas se formaron con capital inicial suministrado por el Estado y, por lo tanto, no es una cooperativa sólo de Lezama. “Creemos que somos viables y Chascomús, si hace las correcciones del caso, también puede serlo. No queremos crearle un problema a otros pero tampoco queremos pagar los platos rotos de los otros.”, explica el delegado municipal Arnaldo Harispe. Es de la UCR y, como todos los que pasaron por ese cargo no fue electo por los lezamenses, sino por el intendente de turno. Pero está por la autonomía.

La historia mundial es rica en planteos separacionistas, Sin duda, el que más prensa tuvo y tiene es el planteo del país vasco, que desconoce el armado del Estado Español por tratarse, dicen, de una mentira forjada a sangre y fuego sobre la base de la expansión de la monarquía, que la progresista e industrialista burguesía vasca rechaza. Sin embargo, el planteo de Lezama se parece menos a este derrotero que a los intentos divisionistas de los ricos hacendados de Santa Cruz de la Sierra, en el sur de Bolivia, que se niegan a tributar para el Estado Nacional desde que Evo Morales asumió la conducción del país en defensa -dice- de los históricamente relegados pueblos primitivos. Visto de esta manera, Lezama se niega a ser parte fundamental del aporte al presupuesto de un partido, aunque esos impuestos famosos no sean los aportes de los lezamenses, ni el producto de su actividad económica. Esos campos, esos impuestos, los pagan latifundistas lácteo sojeros, empresas y pooles agrocomerciales que ni se enteran, por el momento, que sus elevados emolumentos están siendo presa de una discusión de vecinos.

El piquete que no es piquete se retira, ya se acerca la noche del domingo y las huestes autonomistas cantan una de las consignas con música de cancha de 20 años atrás: “Traigan al señor gobernador/ para que vea/ queste pueblo no cambia de idea /pelea, pelea por la institución”. La institución de la autonomía, será.




Lezama no está sola (recuadro)
Los habitantes de Lezama desconfían profundamente del Ejecutivo Provincial. Saben que ahí se encuentra la piedra angular del rechazo a su autonomía, además de sus vecinos integracionistas. Porque Daniel Scioli –y sus antecesores, y los que vendrán seguramente- saben que la aprobación de esta autonomía funcionará como antecedentes para los casi 50 proyectos con estado parlamentario de pedido de autonomía. Eso, bueno o malo, obligará a una reorganización administrativa provincial y con ello, un nuevo reparto del poder.

Entre los casos más notables, de los 48 proyectos con estado parlamentario de pedido de autonomía se encuentran Don Torcuato (en el partido de Tigre), Gerli (Avellaneda y Lanús), Banfield, Temperley y Budge (los tres en Lomas de Zamora), La Ribera (Lanús y Lomas de Zamora) y Paso del Rey (Moreno), entre otros. En el interior sobresalen Lezama, Huanguelén (Coronel Suárez, Daireaux, Lamadrid y Guaminí), Santa Clara del Mar (Mar Chiquita), Batán (Mar del Plata), Quequén (Necochea) y Partido de la Costa y Darregueira (Puán).

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